LAS
ANGUSTIAS DE UN ASALARIADO
ANTE
LA REPARTICIÓN IGUALITARIA
Dr.
Hugo SALINAS
En una de mis
charlas sobre la Repartición Igualitaria, uno de los asistentes, trabajador de
una fábrica vecina dijo: “Yo tengo buena voluntad por las otras personas pero,
¿cómo puedo dar una parte de mi salario a un ocioso?” Esta es la reacción
natural de un asalariado que nunca dispuso de tiempo para reflexionar y conocer
la realidad en la cual vive.
Basta que
escuche “repartición igualitaria” para que se sienta herido y reaccione
violentamente. Tanto esfuerzo le cuesta conseguir ese pequeño salario que no
puede soportar la idea de que, una vez más, sea visto a la baja. Tantas veces se
ha desmejorado sus condiciones de trabajo, tantas otras ha luchado por
mantenerlas, que no puede soportar la idea de una “repartición igualitaria”.
Está tan obnubilado por su situación, que no es capaz de comprender que la
repartición igualitaria no es con relación a su salario sino a las utilidades de
la empresa, de las cuales nunca ve ni un solo centavo. ¿Y de dónde viene ese
comportamiento? Hagamos un poco de Historia.
En una cierta
época de la Humanidad, las luchas por la supervivencia fueron tales que el
trabajador y su familia llegaban vivos al día siguiente con lo poco que el amo
les daba. Los años de duro trabajo fueron pasando, tanto para él como para su
familia, que lo único que sabía es que el amo le prodigaba alimento,
alojamiento, y hasta un poco de diversión. Tanto que, muchos de ellos, solamente
percibían la “bondad” del amo con respecto a ellos, simples
esclavos.
Con relación al
siervo, la situación no cambia mucho. De tal modo que, su familia y él rendían
pleitesía al señor feudal o gamonal por respetar sus vidas y, en muchos casos,
ofrecerles un pedazo de terreno para que produzcan sus alimentos. Trabajaban día
y noche que no disponían de tiempo para reflexionar. En estas condiciones era
evidente que, su existencia era posible gracias a las bondades del
señor.
Esta situación
no es muy diferente a la del obrero. Su trabajo es tan duro, rutinario y
estresante que no tiene tiempo para pensar en los mecanismos de la economía en
forma integral. El poco de tiempo que le queda, lo dedica a su familia. Aun
cuando en la mayoría de los casos debe trabajar horas extras, un segundo y
tercer trabajo, porque el salario que recibe es realmente ínfimo con relación a
sus necesidades a cubrir. Las utilidades de la empresa le suena muy lejano.
Además, piensa, eso no le pertenece.
De ahí que,
cuando escucha “repartición igualitaria” salta como una fiera que se ve atacada.
Y hay razón para ello. Ha sufrido en carne propia cuán difícil es supervivir,
que no puede aceptar compartir con otros su pequeño salario y, menos aún, con
personas ociosas. En el mejor de los casos, piensa que la repartición
igualitaria de los salarios sería una suerte de repartición de la pobreza. ¡Qué
sentido tiene eso!, se dice él mismo.
La vida le ha
enseñado que las utilidades de la empresa en la cual trabaja no le pertenecen.
Por consiguiente, le es imposible imaginar que la “repartición igualitaria” no
es con relación a su salario sino a las utilidades de la empresa. Por ello,
siente un inmediato rechazo a tomar parte en una repartición
igualitaria.
No tiene tiempo
para pensar que otros mundos han existido, y que otros son posibles. Vive en un
mundo de grandes desigualdades socio-económicas que, le es imposible creer en
otro mundo más favorable. Su poder de iniciativa y de creatividad le ha sido
anulado casi completamente. Y, sin embargo, la puerta está abierta para los
osados. Es suficiente hacer rodar imaginariamente a la integralidad de la
actividad económica para percibir que, otros mundos son
posibles.
Además, no se
trata de repartir las utilidades de las empresas en actual ejercicio. Se trata
de crear nuevas empresas, las empresas-país, con nuevos mecanismos que inducirán
a nuevos reflejos, y a nuevas condiciones de vida de los trabajadores, de sus
familias y del resto de la sociedad.
Si las
empresas-país se financian con activos y dinero del país, no hay ningún
remordimiento para que sus utilidades pertenezcan al país y, por consiguiente, a
todos por igual. Con empresas de este tipo, la repartición igualitaria de sus
utilidades no tendría ningún impedimento.
De esta forma,
la totalidad del valor agregado (utilidades + salarios) volvería, en partes más
o menos iguales, a toda la población. Por un lado en la forma de salarios, en
función de conocimientos, competencias e intensidad de trabajo. Por otro lado,
en la forma de Remuneración de Base, la misma que recibirían todos y cada uno de
los miembros de la sociedad, en partes estrictamente iguales. Esta Remuneración
de Base es el resultado de dividir entre todos, la totalidad de las utilidades
de las empresas-país.
De esta forma
volveríamos a una repartición más o menos igualitaria de la totalidad del valor
agregado por la comunidad, como sucedió en los primeros 190 mil años de
existencia de los seres humanos. Es sobre esta base que el trabajo fue una
alegría, y la cooperación una dinámica de la sociedad. Y es esto lo que
permitió, muy naturalmente, que ellos se llamaran “hermanos”.
Cusco,
actualizado el 30 de junio del 2012
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